Poética de la sangre
(Filosofía de la marca)
La saeta son los jadeos del corazón acompasado. El sonido de la devoción. La entrega total. La
saeta la cantan solo los que sienten el fuego en sus entrañas. Los que veneran, los que sienten fervor
por algo o alguien. Las saetas se entonan con la respiración acelerada y la vista oscurecida. La saeta
no se canta, se sangra. La saeta es la respuesta del alma al ritmo cardíaco de la pasión. Es el amor
que se desborda en bocanadas de aire desgarrado. La saeta es entregar tu voz al motivo que te
desvive y te resucita. Es destrucción sin pensar en las consecuencias. Es la ira de quiénes no saben
cómo mostrar el valor de quién no se valora. La saeta es la rendición a lo sublime, a los
sentimientos infinitos. Es la respuesta a lo que no se puede responder, a lo que roza lo celestial, lo
divino, lo religioso. Es cuando el cuerpo no basta para contener tanto sentir. En la saeta la boca no
es más que la herida abierta por la que la sangre se libera de su prisión de piel. Son suspiros a
dentelladas, son truenos en los oídos, son océano embravecido. Uñas rotas, mandíbulas
desencajadas, cuerpos mutilados, huesos partidos.
Son los gritos desgarrados del alma enamorada.
Sangre, sangre, sangre.
Murcia, 2015.
saeta la cantan solo los que sienten el fuego en sus entrañas. Los que veneran, los que sienten fervor
por algo o alguien. Las saetas se entonan con la respiración acelerada y la vista oscurecida. La saeta
no se canta, se sangra. La saeta es la respuesta del alma al ritmo cardíaco de la pasión. Es el amor
que se desborda en bocanadas de aire desgarrado. La saeta es entregar tu voz al motivo que te
desvive y te resucita. Es destrucción sin pensar en las consecuencias. Es la ira de quiénes no saben
cómo mostrar el valor de quién no se valora. La saeta es la rendición a lo sublime, a los
sentimientos infinitos. Es la respuesta a lo que no se puede responder, a lo que roza lo celestial, lo
divino, lo religioso. Es cuando el cuerpo no basta para contener tanto sentir. En la saeta la boca no
es más que la herida abierta por la que la sangre se libera de su prisión de piel. Son suspiros a
dentelladas, son truenos en los oídos, son océano embravecido. Uñas rotas, mandíbulas
desencajadas, cuerpos mutilados, huesos partidos.
Son los gritos desgarrados del alma enamorada.
Sangre, sangre, sangre.
Murcia, 2015.